Esperando a que el horno cerámico se enfríe

Noche de hornos. Todas las piezas que se estaban secando, ahora en dureza de hueso, están listas para pasar la prueba de fuego. Un horno cerámico –kiln, como me parece que suena con más personalidad – precisa artimañas que lo alejan del funcionamiento de los de uso alimenticio.

Imaginemos una pizza, al final de la cocción sale caliente y lista para servir. Un horno cerámico funciona bajo esta lógica, pero de manera más caprichosa. No porque prefiera serlo (bueno, también), sino por la dupla que conforma con los materiales, que pueden llegar a ser alto impredecibles.

Esto a pesar de que los hornos domésticos son bastante simplones en su esquema de funcionamiento: la electricidad calienta las resistencias, y el ladrillo refractario retiene el calor generado. Aumenta la temperatura a pasos exponenciales, hasta que finaliza el ciclo de horneado. Fin.

Son los cambios físico-químicos que suceden en los materiales los que hacen que el proceso sea delicado, siendo necesarios cuidados muy específicos para que las piezas no fallezcan en el intento. Por ejemplo, es mejor llenarlo hasta al tope, ya que la distribución de calor es más uniforme, además de que a nivel económico es más rentable. Y la espalda agradece que el esfuerzo de carga sea de una sola sentada.

El que inventó los hornos de tamborcito no pensó en las lumbares.

Todo lo que se calienta libera energía al espacio. La termodinámica va de bien también en el mundillo cerámico. Las piezas que se transformaron al abrazo de las brasas, deben enfriarse antes de salir de su cueva y ver la luz. Esta ha sido una de las labores más retadoras en este proceso de aprender a hacer cerámica: la expectativa. Aguardar hasta que el horno cerámico se enfríe.

Eso de esperar a que se disipe la temperatura es fácil ← comentario de una persona no ansiosa.

Calma, que no va tan floral la cosa. Ejemplo práctico: el caso de una horneada de bizcocho, proceso que existe en varias fases. El bisque firing es la primera quema que se hace con la finalidad de que la cerámica pueda luego ser esmaltada… y horneada otra vez para que se derrita el vidriado, y darle ese acabado duradero y resistente característico de la técnica.

La primera fase es un calentamiento suave, con el horno abierto, que permite que la temperatura se eleve sin mucha prisa, y que el agua alojada en las estructuras microscópicas de la arcilla se vaya evaporando. Omitir este paso es crear piezas de artillería dentro del horno, que van a explotar si no son tratadas con la delicadeza merecida (exagero con soltura. Aunque, ¿han visto Ceramic Casualties?). Esto se llama candling, y por lo general se hace de un día para otro, mientras todos duermen el sueño de los justos.

Siendo honesto, pienso que como adornos se ven bastante bonitos. Via @ceramic_casualties

En la mañana siguiente, se eleva la temperatura un poco, luego un pelo, hasta que los controladores se encienden a full, la magia del fuego y las horas sucede, y el cono pirométrico cae. Un cono es un sensor fabricado de material cerámico que controla que se alcance la temperatura deseada dentro del horno. Sometido a un rango de temperatura específico, se dobla y corta el suministro de corriente eléctrica, apagándolo.

Me pasa que lleno el horno, y con un golpecito accidental hago que el cono se caiga al fondo. FML. Tip: poner el cono hasta el final, evitando acercar peligrosamente las piezas al tubo.

En este momento es cuando uno podría asumir un estado de tranquilidad más certero, pero como nunca hay un día de paz, empieza un proceso más complicado: la espera que transcurre desde que el cono cae, hasta que se enfríe el horno lo suficiente como para poder abrirlo.

¿Y por qué así, drama kuin? Yo lo asemejo a la ansiedad que siente el niño la noche del 24 de diciembre, esperando a abrir los regalos. Con la excepción de que, comparación analógica, los obsequios están envueltos por una atmósfera infernal de más de 900 grados centígrados, y enclaustrados dentro de una carcasa de metal y material refractario de 70 kilos.

La regla de enfriamiento es sencilla. Multiplicar el intervalo de actividad por dos, para obtener el total de horas de reposo. Si por ejemplo, disfrutamos de 15 horas de consumo eléctrico, que a fin de mes engrosará con generosidad la factura de la luz, habría que esperar entonces a que la máquina se enfríe por treinta. Más de un día.

Hay gente que dice que no hay que considerar el lapso de candling, pero me ha pasado que abro el horno antes de este período, y todavía las piezas están rechinando a medida que se enfrían. ¿Han escuchado cómo suena una casa de madera en las noches? Un enfriamiento muy rápido puede hacer que la pieza se agriete. Y nosotros aquí no queremos eso. O tal vez sí, todo son posibilidades en el lenguaje del arte. Aunque un enfriamiento de golpe puede dañar el horno.

Posibles posibilidades de calentamiento que apestaron mi pieza. 

Originar cerámica ha sido un ejercicio personal de ejercitar la paciencia y hacer lo que se debe para que las piezas queden bien. Y esto como un sí rotundo, sin otra manera. Hay muchas posibilidades de que algo salga muy mal si no se siguen los protocolos adecuados, o que las piezas no alcancen las expectativas de calidad que las hagan merecedoras de mundo.

Esperar a que el horno cerámico se enfríe es un paso de suma importancia, por lo que he desarrollado estrategias para que la dilación no se torne tan larga. Lo primero que hago es hacerme el desentendido. Superado.com.

Apagado el horno (en mi caso), no veo la necesidad de supervisarlo con tanta rigurosidad, a diferencia de la estricta vigilancia que atañe a cuando se está dando caña al fogoncillo. Trato de despistarme de ello, y abstenerme de la imperiosa necesidad de abrir la tapa cada que paso a la par.

Si olvidar el tema no cuela, de repente me acuerdo que tengo que hacer otras cosas, y me pongo en la labor. Siempre hay más piezas que aguardan ser esmaltadas, potes por retornear o algún tipo de tarea que tenga que atender. Y la expectativa se va acortando un poco más, quizás un poquito menos de tiempo. Espera activa, lo llamo. La vida sigue mientras el horno se va enfriando, con lentitud. A su ritmo. Efectuando una transferencia de la energía acumulada con el entorno.

Siempre hay algo qué hacer. Como bruñir esta escultura, que se quebró -ver la foto anterior – RIP.

Cultivar la paciencia quizás pueda ser un método práctico para existir en la existencia. Comparo la espera de un horno que se enfría con muchos otros aspectos de la vida misma. Pecando de corny, se podría decir que la espera nos hace más fuertes. Una cicatriz de una piel quemada es más sensible, pero más resistente al estado anterior al daño. Tuvo que esperar a sanar, pero se convirtió en otra cosa. Una pieza de cerámica es igual: soporta un estímulo extremo, y da a cambio lo que tiene en su interior para mutar y transformarse en algo diferente. Pero todo esto con un proceso que rinde honor al tiempo que merece.

En todo caso, tiempo es lo que siempre hace falta.  A veces me siento al lado del horno en pose contemplativa. Otras peligro quemarme porque se me va que está caliente.

Junto las hojas caídas en el patio, barro el garaje. Reviso Instagram, o planeo que hacer el día siguiente. Eventualmente puedo tocar la agarradera de la tapa del horno con las manos sin guantes, signo para ser abierto y ver su saldo. Inauguro, observo. Y el ciclo tiene potencial de comenzar otra vez.

Una horneada de esmalte exitosa. Me parece que esta pieza quedó encantadora. Hay más para ver en la galería. 

Autor: Napoleón Retana